miércoles, 7 de junio de 2017

Tres animales que nos enseñan algo sobre finanzas

No cabe duda que la naturaleza es sabia. Y es que podemos rescatar diversas lecciones de ella, incluso en el ámbito de las finanzas personales. Aquí, algunos casos curiosos:
  1. Oso de invierno
Normalmente, el período de hibernación de un oso grizzli es de entre cinco y seis meses al año. La ciencia ha descubierto que en ese lapso el ritmo cardíaco de este imponente mamífero cae de 84 a solo 19 latidos por minuto. Ello, con el objetivo de no gastar energía innecesariamente.
Los seres humanos no somos capaces de tal proeza. Sin embargo, podemos modificar algunas conductas o actividades habituales a fin de salir de un apuro financiero. Por ejemplo, podemos cambiar de gimnasio a uno más barato o que quede más cerca de casa para no gastar en transporte y así generar ahorro.

  1. Delfín
Cuando los delfines duermen uno de los hemisferios de su cerebro descansa mientras el otro se mantiene alerta. A esto se le conoce como el sueño unihemisférico y su propósito es permitir al cetáceo mantenerse activo durante quince días consecutivos, según la Fundación Nacional de Mamíferos Marinos de EE.UU.
Cuando pensemos en cómo armar un portafolio, es decir, en invertir, recordemos al delfín. No destinemos todo nuestro patrimonio a un solo fin porque ello implica asumir un riesgo muy alto. Uno de los principios básicos de las finanzas es la diversificación que se puede resumir como no poner todos los huevos en la misma canasta.

  1. Pingüinos
Para sobrevivir bajo temperaturas extremas los pingüinos se apiñan, es decir, muchos de ellos se juntan para compartir su calor corporal. Como los que se ubican dentro de la concentración están siempre más protegidos, cada cierto tiempo rotan de ubicación. Así, todos se mantienen calientes por igual.
Las personas tenemos métodos más sofisticados para combatir el frío, pero es cierto que a veces los recursos propios (que en el caso de los pingüinos sería la temperatura corporal) no son suficientes. Por ello, no debemos temer a las deudas, siempre que –en principio- las cuentas por pagar no lleguen a exceder la tercera parte de nuestros ingresos.



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